Te soñé toda la noche entre nubes y castillos esperando despertar y que te encuentres conmigo. Recorrí túneles negros llenos de inmenso vacío que aparecieron de golpe y me taparon de frío.
Olvidé tus ojos claros como se olvida el castigo de aquel que vive soñando y del que sueña dormido. Cataratas de dolor por tu pasar compartido que dejó en mi corazón un andar sólo y perdido.
Y si acaso te inventé será mi propia locura la que iluminó tu cuerpo en alguna noche oscura. Imaginé que existías y acepté que me dejaras, cultivé en mi propio mundo la melancolía inventada de aquel que alguna mañana despierta de un mal profundo.
A menudo no recuerdo si fui yo quien te miraba pero hoy tengo por seguro que la luz de tus palabras, verdaderas o inventadas, son el sol de mi refugio.
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