miércoles, 3 de octubre de 2007

Crónico

“Tenés que tratarte, porque si no se te vuelve crónico”, le dijo la profesora de yoga. Y crónico le dio miedo. ¿Crónico? ¿Para siempre? ¿Para toda la vida? Y de pronto estaba embarazada, y le dolía. Con el bebé en brazos, y casi no podía sostenerlo. En el casamiento de su hijo mayor, y el vestido que le oprimía justo en ese lugar. Jugando con sus nietos, y le costaba agacharse. Entonces lo llevaría consigo para siempre, hasta el día de su muerte.
Le dio pánico. Sintió una puntada en el pecho, quizás con la esperanza de morir en ese mismo momento y de que lo crónico no haya durado más que un par de semanas.
Se fue a su casa sin decir una palabra. Al fin y al cabo podía no ser tan grave. Iba a aprender a vivir con eso y llevarlo consigo como si fuera parte de su cuerpo. Y esa idea la tranquilizó.
Se le ocurrió pensar en todas las otras cosas de la vida que sin que nadie le haya advertido, como lo había hecho gentil y fríamente su profesora de yoga, también serían crónicas. Su gusto por los dulces -nunca podría desprenderse de ese placer-, sus ganas de volar como águila, su entusiasmo por viajar y esa mezcla de nervios y alegría que sentía al hacer las valijas, su obsesión por el orden y la prolijidad, su amor por él. De pronto todo era crónico, y nunca se lo habían avisado.

1 comentario:

laura dijo...

Buenísimo, es así, todo es "crónico" Pero no nos damos cuenta. Hasta que leemos esto, por ejemplo.

Muy bueno.