"La justicia no es racional", me dijo mi mamá. O algo así. Pero no hablaba de la justicia de las cortes, esa que casi nunca hace justicia, hablaba de la justicia de más allá, la mística, la religiosa, la que cada uno le otorga el significado que le parece, o que le enseñaron a otorgarle sus padres desde el día que nacieron. Hablaba de esa justicia que nunca entendemos, que a veces hasta puede resultarnos azarosa. Esa justicia que no elegimos ni de la cual podemos opinar. Esa justicia que nos acecha cada día, en cada momento y en cualquier lugar. Esa justicia tan poderosa que a veces algunos hombres pretenden conquistar. Pero no pueden. Nunca podrán. Porque por más que crean que lo lograron, un día les tocará a ellos, y se darán cuenta de que no lo consiguieron. Cada tanto pienso en ella, supongo que todos lo hacemos. Y caigo en la constante trampa de tratar de comprenderla. Imagino cómo va a actuar y por qué, y hasta intento convencerla. Pero sé que no tendré ningún éxito. Sé que nadie en este mundo lo tendrá. Y entonces mi mamá tenía razón. Qué sabia es mi mamá. La justicia no es racional.
No hay comentarios:
Publicar un comentario