
Le dio pánico. Sintió una puntada en el pecho, quizás con la esperanza de morir en ese mismo momento y de que lo crónico no haya durado más que un par de semanas.
Se fue a su casa sin decir una palabra. Al fin y al cabo podía no ser tan grave. Iba a aprender a vivir con eso y llevarlo consigo como si fuera parte de su cuerpo. Y esa idea la tranquilizó.
Se le ocurrió pensar en todas las otras cosas de la vida que sin que nadie le haya advertido, como lo había hecho gentil y fríamente su profesora de yoga, también serían crónicas. Su gusto por los dulces -nunca podría desprenderse de ese placer-, sus ganas de volar como águila, su entusiasmo por viajar y esa mezcla de nervios y alegría que sentía al hacer las valijas, su obsesión por el orden y la prolijidad, su amor por él. De pronto todo era crónico, y nunca se lo habían avisado.
1 comentario:
Buenísimo, es así, todo es "crónico" Pero no nos damos cuenta. Hasta que leemos esto, por ejemplo.
Muy bueno.
Publicar un comentario