
A cambio de las macetas marrones y sucias, llenas de tierra y con pérdidas de agua marrón que arruinen el deck de madera del balcón, tenemos proyectos que nos llenan de vitalidad. En lugar de la fruta vulgar que a veces llega fresca y dulce y a veces agria o amarga, tenemos esas ganas de mirarnos a los ojos y saber que nos amamos. En vez de las bandejitas de ensalada pre-hecha seca y sin gusto del supermercado, tenemos risas. En vez del kilo de tomates que según anuncian en TN sale más caro que el proporcional de una hora de trabajo, dentro de la canasta básica familiar, tenemos la libertad de hacer lo que queremos cuando queremos, sin que nadie nos diga que “es hora de comer” o “¿todavía no te bañaste?”.
Y además, para los que piensan que la naturaleza está hecha de partículas, o sea materia propiamente dicha, que no tiene origen industrial, tenemos aire, tenemos sol y sobre todo, tenemos muchos mosquitos.
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